COSMOLOGÍA Y DIOS, A TRAVÉS DE TOMÁS DE AQUINO
Publicado: el 9 agosto, 2019 por AdminKonrad / Konrad Lorenz
La filosofía occidental de la Edad Media (del siglo V al siglo XIV) buscaba conciliar las ideas de filósofos clásicos como Aristóteles y Platón con la interpretación cristiana del mundo. Más el segundo que el primero, porque las traducciones de los textos aristotélicos llegaron primero a occidente, a los pensadores de la iglesia. La escuela filosófica característica de este periodo fue la escolástica, con el propósito mencionado anteriormente: encontrar fundamento en las ideas grecolatinas de la época clásica para sustentar y explicar los dogmas de la religión cristiana, influyentes en la visión religiosa de al mundo.
Se suele desacreditar el desarrollo intelectual de la Edad Media porque había un claro énfasis en la teología, basada en el argumento de autoridad: la Biblia y los altos cargos eclesiásticos, en vez de privilegiar la razón. Sin embargo, para defender una idea a partir de los argumentos de autoridad inmutables, era necesario hacer un desarrollo lógico deductivo, partiendo de las verdades conocidas, o dogmas, para llegar a las conclusiones necesarias como argumentos para sustentar la idea propia. De este modo, la dialéctica, razón y retórica eran ejercitadas a plenitud en este período; tema distinto es que estos esfuerzos no hayan repercutido en el mundo como lo hacen las ciencias e ingenierías. Como tema paralelo, la matemática tiene bastante en común en este sentido con la teología: ambas reposan sus bases en axiomas o dogmas, para realizar un desarrollo lógico de estos, construyendo al final un conjunto de proposiciones relacionadas entre sí, susceptibles de ser verificadas o falseadas por otras proposiciones, que al final yacen sobre la base del sistema, las verdades indemostrables.
Ahora, la teología misma reposa sobre la existencia de Dios, pero ¿existe un dios? Hay dos maneras de abordar esta cuestión: la primera es asumir la existencia de un dios en el dogma cristiano (camino tomado por la Iglesia como institución) o razonar a partir de otros axiomas existentes para demostrar lógicamente su existencia (estos axiomas son los provistos por Aristóteles, o la lógica clásica, con énfasis en la retórica). La primera forma seguramente resultaba tentadora para la institución eclesiástica, puesto que de esta forma su autoridad como representación de Dios sobre la Tierra era incuestionable, pero entre los pensadores de la época no era suficiente con asumir la existencia de este ser superior: como devotos de la religión cristiana veían necesaria la manifestación del creador sobre su obra, es decir, es necesario que haya evidencia irrefutable de Dios en la lógica misma, o en nuestro caso de interés, en el universo. Uno de estos pensadores fue Anselmo de Canterbury, conocido por su argumento ontológico de la existencia de Dios. Es ontológico porque se refiere al estudio del ser; de la existencia de dios, a partir de las características que debería tener este como ser supremo. Aunque este razonamiento se basa en el lenguaje y significado de las cosas, creo que es una buena introducción para los argumentos que se nos vienen.
Anselmo reconocía que un atributo de Dios es ser la mejor cosa posible. Además, según él hay dos tipos de cosas: aquellas que son imaginadas pero que no existen en la realidad (por ejemplo las sirenas, suponiendo que no existen, por supuesto), y las que pueden ser imaginadas pero su existencia yace más allá de la mente, son tangibles en el mundo físico (como las mujeres y los peces). Así, una cosa es imaginable y real, o no es real. El conjunto de las cosas imaginables y reales es disyunto respecto al conjunto de las cosas imaginables y no reales, y la unión de ambos (quizá) da como resultado todas las cosas. Así, Dios como cosa debe pertenecer a uno de estos dos conjuntos. Razonablemente procedemos asegurando que Dios es imaginable, porque es algo, y este algo posee el atributo de ser la mejor cosa posible. Pero ¿algo puede ser la mejor cosa posible sin existir? Seguramente no, porque yo me puedo imaginar a la mejor madre de todas como aquella que me quiere incondicionalmente, aprueba todas mis peticiones, me cuidará por toda la vida, entre otras cosas; pero ¿no sería mejor aún que esta madre fuese real? Si lo fuera, todas las realizaciones de mi mente serían reales, y es mucho mejor que yo experimente en la realidad tangible esta madre, en vez de sólo imaginármela. De este modo, Dios existe, como la mejor cosa posible, porque no sería la mejor si no existiese; este atributo exige la existencia.
El lector puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la argumentación propuesta por Anselmo hace más o menos un milenio, como hubo contemporáneos de él que estaban de acuerdo o en desacuerdo, a pesar de tener casi todos una ferviente devoción por Dios. Este punto es importante, porque a pesar de que todos estemos de acuerdo o en desacuerdo con una proposición (como lo es la existencia de Dios), podemos rechazar los argumentos de alguien que refieren a dicha proposición. Así, independientemente de la postura del lector, recomiendo que se analice el argumento ontológico de la existencia de Dios de Anselmo para encontrar sus fallas o virtudes.
Después de haber calentado motores con el argumento de Anselmo, procederemos con el argumento cosmológico del movimiento, dado por Tomás de Aquino. A diferencia de Anselmo, Aquino creía que debería haber pruebas de la existencia de Dios en la creación (el universo), no sólo en la razón y la lógica. A continuación se enunciará y analizará este argumento del movimiento.
ARGUMENTO COSMOLÓGICO DEL MOVIMIENTO
“Nada se puede mover por sí mismo. Todo movimiento requiere un agente encargado de imprimirlo. Así, todo objeto en movimiento requirió de un objeto que lo moviese, estando este último en movimiento, porque el movimiento se transmite a través de movimiento. Siguiendo esta cadena, debió haber un motor primero que puso todo en marcha, y ese agente es el motor inmóvil, Dios”
Este argumento reposa sobre la idea aristotélica del movimiento. Aristóteles creía que todas las cosas tienden al reposo, una verdad a la que los seres humanos estamos más o menos acostumbrados, dado que todas las cosas cuyo movimiento percibimos deben estar impulsadas por algo para mantener ese estado de movimiento. Si se le quita la fuente de movimiento a algo, se detendrá por la fricción con su entorno. Entonces, los sentidos sugieren que todo lo que está en movimiento debe tener un agente que lo mantenga en movimiento, y si no tiene ningún agente tenderá al reposo. Ahora, como hay presencia de movimiento en el mundo, es necesario que cada uno de los movimientos haya tenido alguna causa, pero no se puede extender este razonamiento hasta el infinito, por lo que debe haber un agente que inició el primer movimiento, sin requerir este un movimiento.
Hay varios puntos importantes en esta argumentación. Lo primero es la naturaleza del movimiento ¿Requiere el movimiento un agente externo? En la época de Aristóteles y Platón lo que se tenía como comprobante de que sí se necesita constantemente un agente externo era la experiencia sobre el mundo. Sin embargo, para ese entonces ya se conocían cosas en movimiento perpetuo, sin un agente aparente que las moviese. Estas cosas eran nada más y nada menos que los planetas, la luna y el sol en la bóveda celeste. Aristóteles tomó la idea de Ptolomeo del universo: la Tierra es el centro de este y todos los cuerpos celestes giran alrededor de ella; si hacía falta se sostenía que los astros seguían epiciclos (círculos sobre círculos) sobre las órbitas que seguían alrededor de la Tierra para que la teoría se adaptase a la realidad del movimiento de estos cuerpos. A partir de esta cosmogonía del universo, Aristóteles tenía quizá un par de opciones: aceptar que hay objetos que no requieren un agente que los mantenga en movimiento, o separar el mundo terrestre del mundo celestial, asegurando que no pueden tener las mismas reglas, porque uno es corrupto y el otro es perfecto. Decantándose por la segunda opción, Aristóteles aseguró entonces que en el universo real (de la Luna para abajo) las cosas tienden al reposo.
Sin más experiencia que la del mundo real, la idea aristotélica del movimiento lucía razonable para explicar el comportamiento de las cosas en el universo sublunar, pero se asumía que por debajo de la Luna y por encima de ella había reglas distintas, lo cual quizá no resultaba muy razonable desde un punto de vista universal, donde tanto la Tierra como lo que está encima de ella hacen parte de lo que se conoce como universo. Esta idea permaneció incólume hasta el renacimiento: Newton aseguraba, en contraposición a Aristóteles, que todo lo que está en movimiento tiende a permanecer en movimiento a menos que un agente externo actúe sobre él (primera ley de Newton o ley de la inercia). En la experiencia diaria, el agente que limita el movimiento es la fricción con el aire y la tierra. Esto podía entonces sugerir que los planetas no se frenaban porque no existía un medio en el que estuviesen inmersos, con el cual hubiese fricción. Claro, para la época de Newton no se tenía constancia de si había algún medio en la bóveda celeste, pero los experimentos de hoy en día en el espacio exterior sugieren que no hay ningún medio allí (sólo hay unos pocos átomos por centímetro cúbico) , y estos experimentos también sugieren que la concepción de Newton del movimiento es la que más se adapta a la fenomenología del universo, puesto que en el espacio, donde no hay fuerzas de fricción, los objetos tienden a mantener su estado de movimiento.
Así, si se toma la primera ley del movimiento de Newton como válida, se puede justificar que el movimiento siempre ha existido; lo único que ha hecho en el transcurso del tiempo es cambiar de portadores. Incluso, puede que no haya habido movimiento en lo absoluto, y que la suma de todos los movimientos del universo sea equivalente al reposo absoluto. Es decir, puede que este universo dinámico haya surgido de un universo estático sin la acción de un agente externo a él. Por este lado el argumento de Tomás de Aquino dejaría de tener sentido, por cuanto el movimiento en realidad no necesita un agente que lo mantenga.
Aunque se suponga que el modelo aristotélico del movimiento es válido, hay otra cosa que no queda del todo clara del argumento de Tomás de Aquino: ¿Es necesario que exista este agente primero? y ¿no requiere acaso este agente primero también ser movido para transmitir el movimiento? Porque si es una cosa que pertenece al universo, debe estar sujeto a sus reglas. Respecto a la primera pregunta, realmente no hay constancia de que no pueda existir una cadena infinita de causas que impliquen consecuencias: en este caso podría haber una secuencia infinita de movimientos sin origen, por su naturaleza eterna. La segunda pregunta tiene quizá una salida más sencilla: Dios con el universo puede ser lo que es el programador a un código escrito en algún lenguaje de programación. El programador impone unas reglas en su código, pero seguramente no estará atado a ellas.
Aquí termina el análisis del argumento cosmológico del movimiento de Tomás de Aquino. Es ahora tarea del lector, dependiendo de su postura, intentar refinar este argumento, desmentir lo que se encuentra escrito en este análisis o procurar más razones por las que este argumento es válido o no con el fin de demostrar la veracidad o falsedad de la existencia de dios a partir de la fenomenología del universo.
Para terminar, me gustaría enfatizar en que sólo soy un entusiasta de la filosofía, por lo que este artículo no debería de ser usado como referencia para un trabajo serio. Más bien busco que sea una motivación especial para introducir a la gente en el mundo de la cosmología a través de la filosofía, además de entrenar la razón y la lógica propias de la naturaleza humana, necesarias para las ciencias, a través de una de las cuestiones más polémicas e interesantes de la filosofía occidental, la existencia de Dios.
REFERENCIAS
[1] https://opeast.org/2018/01/conference-thomas-aquinas-greek-fathers/
[2] Crash Course Philosophy: https://www.youtube.com/playlist?list=PL8dPuuaLjXtNgK6MZucdYldNkMybYIHKR
[3] http://www.scandalon.co.uk/philosophy/cosmological_aquinas.htm
[4] http://ccnn2010.blogspot.com/2018/11/ptolomeo-modelo-geocentrico-del-universo.html
Entrada por: Julián Jiménez Cárdenas